1. EL BUDISMO EN TRANSFORMACIÓN

Muchas personas occidentales preguntan ¿qué es el budismo en realidad? ¿Es una religión, una filosofía de vida, un sistema ético o una psicología diferenciada? ¿O es todo eso a la vez? Si se define la religión como un sistema espiritual que se ocupa de la relación entre Dios y los seres humanos, entonces el budismo no es una religión, ya que no plantea cuestiones relativas a Dios. El Buda histórico creía que todas las afirmaciones acerca de una entidad trascendente, a la cual las religiones monoteístas llaman Dios, no describen una realidad objetiva, sino que sobre todo dicen algo acerca de las personas que hablan de esa entidad. A partir de la descripción de la divinidad en las diferentes religiones podemos aprender mucho sobre los deseos y anhelos, los miedos y temores humanos de las diversas culturas.

El budismo es un sistema de enseñanzas y prácticas que instruyen a los humanos a ir más allá del estrecho punto de mira egocéntrico y a tener en cuenta las grandes cuestiones acerca de la vida y la muerte. En este sentido el budismo sí es una religión. En la breve versión clásica de la enseñanza, las Cuatro Verdades Nobles, Buda describe los sufrimientos existenciales cotidianos de los seres humanos, explica sus causas, subraya la posibilidad de la liberación del sufrimiento y muestra el camino que lleva a ella.

Pero a diferencia de los profetas de las religiones reveladas, Buda nunca contestaba a las preguntas que no consideraba relevantes para la liberación. Así, una vez cogió un puñado de hojas y preguntó a sus discipulos: «¿Qué es mayor, el número de hojas en mi mano o el número de hojas en el bosque? Al igual que hay más hojas en el bosque, mi saber de las cosas es más extenso que lo que enseño.» Así Buda hizo una distinción entre lo que había descubierto y lo que enseñaba. También aconsejaba a sus alumnas y alumnos que se abstuvieran de especular sobre las cosas que sobrepasan su horizonte y, en vez de ello, enseñaba métodos para ampliar ese horizonte.

Por ello, el budismo enseña sobre todo métodos para el autodescubrimiento. Buda habla sobre las debilidades y cualidades de las personas y acentúa la posibilidad de desarrollarlas. En este sentido el budismo es una psicología diferenciada. Describe los mecanismos de la percepción, de los procesos emocionales y patrones de comportamiento. Distingue entre la comprensión conceptual y no conceptual y enseña métodos para el autoaprendizaje y la transformación de la actitud y del comportamiento. Todo esto también es el objeto de la psicología y la psicoterapia. Pero el budismo es más que una psicología inteligente, ya que también atiende a cuestiones existenciales y muestra un camino hacia un entendimiento transpersonal.

En el transcurso de su historia de dos mil quinientos años el budismo ha resultado ser un camino religioso vivo y eficaz que en todas las épocas y en todas las culturas en las que se introdujo, desarrolló y enseñó los métodos que correspondían a la mentalidad de las personas que vivían en ese momento y en ese lugar. De este modo los sucesores (y las sucesoras) de Buda encontraron nuevas imágenes y símbolos, sistemas y explicaciones para el camino que lleva desde el sufrimiento a la libertad. Pero la gran insistencia en la práctica y la comprensión no conceptual ha mantenido vivo el budismo hasta el día de hoy. Quisiera mostrar cuán flexible ha sido el budismo en esa tarea, haciendo mención de algunas estapas de su desarrollo histórico.

En el siglo VI antes de nuestra era, Buda histórico, Siddharta Gautama, el sabio de la estirpe de los sakyas (scto. shakyamuni) del norte de la India, enseñaba ética, recogimiento e introspección como camino para salir del sufrimiento. El ideal de esta fase temprana fue «el hombre como monje». Actualmente sobre todo las tradiciones clásicas de theravada de Oriente y Occidente cultivan los ideales de esta fase.

Más o menos al principio de la era cristiana, simultáneamente, en Oriente se originó el budismo mahayana y en Occidente el cristianismo; ambos enseñan la idea de la ayuda al prójimo como elemento esencial del camino espiritual. El amor compasivo y la sabiduría son los términos centrales del mahayana y su ideal es el bodhisattva, y a veces también la bodhisattva, un ser que aspira a la Iluminación para el bien de todos los seres. Las bases filosóficas del mahayana fueron formuladas en la India del primer siglo de la era cristiana por el erudito Nagarjuna quien perfeccionó la metafísica de la vacuidad.

En el mahayana (scto. Gran Vehículo) la actitud del budismo anterior representada por el theravada se llama también hinayana (scto. pequeño vehículo). Con este nombre deliberadamente condescendiente, el mahayana subraya el hecho de que, desde su perspectiva, el objetivo del hinayana —la propia liberación— se considera pequeño, a diferencia del objetivo del mahayana —la Iluminación para el bien de todos los seres— que se considera grande. La tradición oral tibetana afirma que es posible practicar el mahayana con éxito únicamente sobre la base del hinayana. Además señala que el mahayana y el hinayana principalmente no son diferentes escuelas o líneas tradicionales; la diferencia más bien se encuentra en la actitud frente a la práctica. Lama Yeshe a menudo criticaba la arrogancia de sus estudiantes occidentales frente al hinayana, señalándoles que meditaban meramente para tener sensaciones agradables. Para aspirar al objetivo de la liberación de todos los sufrimientos es imprescindible conocer el propio sufrimiento a fondo y esto no ocurre en la mayoría de las personas.

En los primeros siglos de nuestra era, en la India rígidamente patriarcal, las antiguas religiones matriarcales con su respeto por las mujeres y el cuerpo, los elementos y el cosmos, las relaciones y el día de cada día volvieron a ganar fuerza e influencia, y a través de su encuentro con el mahayana se originó el tantra budista, el vajrayana. Cuando el mahayana llegó a la China, el encuentro con la ética social de Confucio y el misticismo natural del daoísmo dio origen a la propia forma china del Ch’an la cual, a su vez, en Corea, Japón (Zen) y Vietnam desarrollaba sus propias formas. A partir del siglo VII el budismo llegó al Tíbet chamanista donde se desarrolló la forma especialmente tibetana del vajrayana.

Sociedad y cultura

Con su énfasis en la propia experiencia, el presente y la percepción inmediata y directa, con su aguda mirada sobre la actitud interna y la motivación de los actos, cuanto menos, el budismo parece ofrecer un marco para abordar las cuestiones de la actualidad sin regresar al dogma y a la rigidez. Un sistema espiritual que parte del entendimiento de que percibimos cada nuevo momento de forma inmediata y de la confianza de que podemos alcanzar la Liberación e Iluminación hoy y aquí. Principal y potencialmente fomenta el valor, la comprensión y la fuerza para afrontar todas las cuestiones que mueven a las mujeres y los hombres de finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

En Occidente hoy día encontramos inicios de una psicoterapia contemplativa y grupos que acompañan a moribundos basándose en la comprensión budista. Hay «Marchas budistas para la Paz» en Oriente y Occidente y algunos enseñantes budistas son activos en partidos políticos. En Sri Lanka está creciendo el Movimiento Sarvodaya Shramadana, que se orienta en Gandhi y en el budismo y que experimenta con nuevas formas de colaboración en la comunidad. En Japón existen procedimientos psicoterapéuticos basados en el budismo desde principios del siglo. Trabajan con la atención y la conciencia sin juicios (Morita). Otros procedimientos más nuevos, como el Naikan, trabajan sobre todo con la sensibilidad y la compasión.

Las enseñanzas y prácticas budistas refuerzan la comprensión de que cada transformación se inicia en el propio corazón, pero que no se para allí sino que tiene un efecto sobre todo lo que hacemos. Desde principios de los años ochenta, el Dalai Lama traduce al término clave de mahayana, la bodhicitta —el deseo de despertar para el bien de todos los seres— como responsabilidad universal; con ello pone énfasis en el deber de una compasión activa.

Las enseñanzas sobre el karma exponen de qué manera nuestra actitud como causa interna concurre con las condiciones externas para crear las realidades. Cada pensamiento sabio, compasivo y generoso es un ladrillo para un mundo mejor. Cada pensamiento lleno de odio aumenta el sufrimiento. Si podemos hacer algo para evitar violencia y desconsideración, explotación e indiferencia frente a los demás, deberíamos hacerlo. Sin embargo, el trabajo para un mundo mejor según el budismo lleva al objetivo aspirado solamente si actuamos con generosidad y afecto, con comprensión y de forma relajada. Mientras la ira sea el motor de nuestros actos, el enfado con las estructuras sociales, políticas y económicas y con las personas que las mantienen en pie, estos actos llevarán al sufrimiento para todos los implicados. No obstante, a menudo la rabia es el factor desencadenante que nos lleva a reflexionar sobre las estructuras sociales, políticas y económicas. Por ello, si nos esforzamos para cambiar las circunstancias externas, a partir de una actitud positiva y no impulsados por el miedo y el enfado, obtenemos mejores resultados.

El núcleo de las enseñanzas

La finalidad de las enseñanzas es la de ayudarnos a resolver problemas y desarrollar habilidades. Las formas externas mediante las cuales esto es posible, se distinguen en el Tíbet y en Japón, en Burma y Vietnam, en Corea y Sri Lanka, en la India y Tailandia. No obstante, la esencia según las tradiciones es la misma. En 1983, a la pregunta acerca de si era posible combinar de forma razonable una dedicación intensa a la filosofía y psicología occidentales con el camino budista, el lama tibetano Thubten Yeshe respondió: «Dos cosas son importantes: Existe la Iluminación, y todos los seres la pueden alcanzar. Todo lo que te sirve de apoyo para comprender y realizar esto es dharma, aunque tenga otro nombre».

«Enseño una sola cosa, el camino hacia la liberación del sufrimiento.» Es una frase de Buda citada muchas veces. El mahayana dice que todos los seres tienen naturaleza búdica. Pero ¿qué es la naturaleza búdica? Es la naturaleza de la mente, su fundamental apertura, claridad y sensibilidad, la que hace que el Despertar sea posible. Si la reconocemos y nos apoyamos en ella, se origina la sabiduría que ve las cosas tal como son. Nuestra mirada no es distorsionada por las emociones perturbadoras, expectativas, miedos y temores, y no confundimos las cosas con nuestros pensamientos acerca de ellas, ni con imágenes, abreviaciones mentales y conceptos abstractos. O sea, se trata de la sabiduría y todas las enseñanzas y prácticas sirven para apoyarnos en su desarrollo.

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