2. IMAGÍNESE QUE ES UN HOMBRE

¿Tienen género los budas? ¿Qué tienen que ver el uno con otro: cuerpo y alma, cuerpo y espíritu? ¿Pueden ser sexistas los budas? ¿Trasciende la Iluminación los roles sociales? Quiero invitar a mis lectores y lectoras a seguirme en un viaje de fantasía. Pónganse cómodos y lean el siguiente texto:

¡Imagínese que es un hombre! Se interesa por la meditación y por el budismo. Visita un templo tibetano, se quita los zapatos y entra. En la pared frente a la entrada ve la Buda Tara en una valiosa tela pintada (thangka), de un tamaño de tal vez dos por tres metros. Recuerda que Buda fue una mujer. Todas las mil budas enseñantes de nuestra bienaventurada era son mujeres. Esto al menos es lo que enseña la tradición. En el thangka se ve la buda Tara rodeada de sus 16 discípulas, las 16 arhantis, mujeres liberadas y libres. Las imágenes sobre telas pintadas, bordeadas de brocado pesado y brillante, relucen en bellos colores.

Está de suerte, hoy habrá una conferencia presentada por una famosa maestra budista. Acompañada de centenares de personas espera la llegada de la XIV Dalai Lama, laureada con el Premio Nobel de la Paz y la popular dirigente del pueblo tibetano. Sabe que la Dalai Lama es la encarnación de la Diosa del Loto, la encarnación siempre femenina del amor y de la compasión en esta Tierra. La Dalai Lama viene acompañada de elevadas dignatarias que, al igual que su venerada dirigente, desde hace siglos se deciden a reencarnarse como mujeres para el bien de todos los seres vivos.

En este momento entran las monjas budistas, mujeres bellas, erguidas y conscientes de su propia valía, vestidas en un atuendo rojo y amarillo brillantes; respetuosamente se les acompaña a los asientos reservados para ellas en las primeras filas. Detrás de ellas pasan rápidamente los monjes; un poco tímidos y avergonzados se sientan en las últimas filas. Usted conoce algunas historias sobre las lamas de la tradición, salvo una o dos excepciones todas mujeres. Sobre todas ellas preside la pacífica y poderosa figura de Tara Verde.

La conferencia de la Dalai Lama es iluminadora e inspiradora. Se siente comprendido en su ser más profundo. Se siente a gusto en el círculo de estas personas que se esfuerzan por tener comprensión y amor. Pero aun así, hay algo que roe. Probablemente es el «ego», al menos es lo que ha oído decir alguna vez en estos círculos. Si hay algo que le parece raro a uno, primero habría que pensar en que no es nada más que la lucha del «ego» contra la realidad.

Una gallina no es un pájaro, una mujer no es un ser humano
(pro verbio ruso)

Ahora imagínese —recuerde que usted es un hombre— que en la próxima ocasión que se le presenta usted se dirige a una enseñaste budista. Cerca de su casa hay una conferencia de una famosa monja budista de Sri Lanka. Un poco irritado e inseguro, pero a la vez lleno de confianza en la integridad de estas maravillosas monjas (y monjes), pide hora para una entrevista. Una segunda monja se queda en la habitación y la puerta no se cierra del todo, porque las monjas ordenadas (al igual que los monjes) viven célibes y por razones comprensibles nunca deberían estar a solas con una persona del sexo opuesto.

Entonces se dirige con su pregunta a la honorable monja: «¿Aprecio mucho las enseñanzas y prácticas del budismo, pero por qué sólo hay mujeres que enseñan? ¿Por qué todas las budas enseñantes son mujeres? ¿Por qué se sienten las monjas en la primera fila y los monjes detrás de ellos?». La honorable monja está sentada totalmente relajada en su sillón y saborea lentamente su té que una joven novicia acaba de servirle. Le mira un poco extrañada pero muy compasiva y le dice: «No se preocupe por eso, joven. El género (casi) no tiene ninguna importancia en el cami­no espiritual. Practique y todos los problemas se resolverán por sí solos».

«¿Sí, pero por qué casi exclusivamente sólo hay enseñantes mujeres?», sigue preguntando. «Pues, bien, algunas escrituras hablan de que una encarnación masculina sea menos valiosa que la femenina. Pero de ningún modo implica esto una discriminación de los hombres. Sólo es una descripción compasiva de la realidad social. Los hombres simplemente lo tienen muy difícil, su vida está llena de labor y trabajo. Oraré para que en la próxima vida vuelva a nacer como mujer. Entonces lo tendrá más fácil. También puede orar usted mismo para reencarnarse como mujer».

Sí, piensa para sí mismo, los hombres no tienen una vida fácil. A pesar de toda la igualdad de derechos se sigue considerándonos personas de segunda clase, como mujeres incompletas, como seres humanos que, en el fondo, tienen el sexo equivocado. Y considerar que esto sea una expresión de compasión parece una idea interesante. «Una vida como hombre es menos valiosa que una vida como mujer.» Es una descripción puramente descriptiva y no se trata de ninguna afirmación normativa. Quizás esto me ayude a encontrar mi camino como hombre en el budismo.

En la vacuidad no hay ni mujer ni hombre

Hasta aquí muy bien. Al cabo de algunas semanas o meses hay una conferencia de una famosa maestra Zen con el título «El gran camino no cuesta esfuerzo para aquellas personas que no dan preferencia a nada…». Esto suena bien, no hay indicio de preferencias de ningún sexo, sino que suena realmente sabio, no dualista. También aquí pide hora para una entrevista. Vestida en elegantes atuendos de seda, la honorable abadesa de un famoso monasterio en Occidente está sentada frente a usted y le mira atentamente. No sonríe, pero desprende mucha tranquilidad y claridad. De nuevo le plantea su pregunta: «Verá, encuentro al Zen maravilloso. Vale, quizás me parece un poco marcial, pero a grandes rasgos me gusta la estética de la sala de Zen, las recitaciones y la gran seriedad y perseverancia en la práctica. Pero como ve, soy un hombre. En todas partes me encuentro confrontado con las budas femeninas, con enseñantes mujeres, con las tradiciones de las grandes matriarcas Zen, siempre se trata de monjas y sus realizaciones; y yo como hombre simplemente no aparezco en ninguna parte. Me cuesta identificarme con todas estas figuras femeninas».

La maestra Zen responde con una sonrisa insinuada: «Joven, le doy un consejo: practique, practique con gran perseverancia. «Mueva» el koan en su vientre hasta que produzca la sensación de una bola de fuego incandescente. Practique y experimente la vacuidad. En la vacuidad no hay ni hombres ni mujeres, ni cuerpo ni espíritu, por lo tanto, tampoco hay problemas. Hombre, mujer, cuerpo, espíritu, todo esto no importa, sólo es superficie. Tiene que ir más profundamente adentro. Practique. Reconozca la vacuidad, entonces todas sus preguntas se disolverán en una gran risa. Créame, yo misma lo he experimentado así y conmigo todas las grandes maestras (y maestros) de todos los tiempos y espacios».

Se toma el consejo en serio y medita con perseverancia y entrega. De vez en cuando experimenta momentos en los que el género realmente ya no tiene ninguna importancia —durante la meditación y mientras está sentado en el cojín. Pero casi siempre cuando va a escuchar una conferencia, abre un libro o oye una historia, en el centro hay una mujer rodeada por una serie de mujeres y hombres que le sirven con entrega.

Los hombres son útiles

Entonces llega una gran maestra tántrica, una conocida lama, a su ciudad, da una conferencia sobre el gozo y la sabiduría y, a continuación, da una «iniciación de Tara Verde», una introducción en la meditación sobre una figura búdica femenina. Personas conocidas y amigas la conocen de cursos anteriores y le recomiendan que se dirija con confianza a esta tibetana carismática. Habla perfectamente inglés, puesto que fue educada en una escuela católica privada en la India y ha estudiado filosofía occidental en una universidad inglesa. De nuevo, lleno de confianza, se dirige a una autoridad budista y pregunta: «Verá, respeto y aprecio al budismo. Pero como hombre ¿cómo encajo en esta religión de mujeres? En todas partes se trata de mujeres. Bien, en el tantra hay algunos budas masculinos, pero la enseñanza sobre todo está en manos de las mujeres». La lama tántrica le sonríe ampliamente y le contesta totalmente relajada: «No se preocupe, hombre, usted es un ser humano maravilloso y valioso. Es un daka maravilloso. Puede ayudarnos a las mujeres a despertar nuestro poder de la kundalini y a alcanzar la Iluminación para el bien de todos los seres».

Aquí termina el viaje de fantasía.

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