PRÓLOGO

Usted ha abierto este libro porque tiene curiosidad o porque ya sabe algo sobre el budismo. Quizás haya leído un libro de Thich Nhat Hanh sobre la meditación budista, o ha visto al Dalai Lama por televisión, o alguna película sobre el Tíbet, o ha pasado las últimas vacaciones en Tailandia o Sri Lanka. Puede que alguna amiga le haya recomendado este libro. O tal vez se pregunta qué sentido tiene que mujeres modernas se ocupen de una religión medieval extranjera la cual —igual que el cristianismo— es transmitida, administrada e interpretada por hombres. A lo mejor quiere conocer la visión de una mujer del budismo desde dentro.

Hace veintiún años encontré el budismo en el norte de la India. Hasta el día de hoy las enseñanzas de Buda siguen siendo la gran inspiración de mi vida. Las enseñanzas del amor y de la compasión han tocado mi corazón, y las claras instrucciones constituyen un desafío extremo para mi intelecto. Las prácticas de meditación me hacen descubrir nuevos niveles de percepción y me muestran los límites de nuestra visión del mundo conceptual (engastada en conceptos). El encuentro con Tara Verde, una figura búdica de la tradición india y tibetana del budismo me alienta a mí como mujer a tomar el camino al despertar que el budismo describe.

El subtítulo «Mujeres y budismo» ha sido escogido deliberadamente. En este libro no se trata de dar una visión del papel de la mujer en el budismo, sino del «protocolo de un encuentro» de una mujer de hoy con las enseñanzas de Buda. Con mis preguntas acerca de la importancia y del lugar de las mujeres en el budismo he leído las enseñanzas «a contrapelo» y, en el proceso, he encontrado algunas respuestas provisionales y muchas más preguntas. Incluir en el budismo «las ideas y experiencias de mujeres» (Irigaray) es un proceso largo. Quiero invitar a las mujeres (y los hombres) de Occidente a tomar en serio sus preguntas acerca del budismo, a situarlas en su corazón y a planteárselas a los enseñantes budistas de Oriente y Occidente. Esto no supone ningún daño para el budismo sino que lo mantiene vivo.

A lo largo de dos mil quinientos años hombres y mujeres de cada generación y cultura en Asia han vuelto a descubrir las enseñanzas de nuevo. No es suficiente seguir solamente a la tradición transmitida por ellos. En la tradición tibetana se dice: «Si los alumnos no son mejores que los maestros, la tradición se muere.» Por esto mujeres y hombres de Occidente tienen que estudiar y practicar las enseñanzas «de todo corazón y con todas sus fuerzas» para que de ellas pueda originarse una forma de budismo que nos corresponde.

No es fácil volver a descubrir una religión de nuevo una y otra vez. Es posible lograrlo si lo intentamos conjuntamente con las tradiciones orientales. Crear un budismo europeo occidental en el que las mujeres pueden encontrarse reflejadas, supone caminar entre abismos. Si carecemos de la claridad y profundidad suficientes trivializamos las enseñanzas y las diluimos o simplemente nos apegamos a las formas e interpretaciones caducadas. Ambos caminos constituyen callejones sin salida que no llevan al Despertar. Para encontrar el camino del medio hay que sondear ambos extremos. Para ello necesitamos valor y confianza, mucho conocimiento y una profunda experiencia en la meditación. También es importante conocer a fondo nuestra cultura occidental. Y necesitamos contacto con enseñantes experimentados en la tradición y un intercambio continuo con practicantes y enseñantes de las diversas tradiciones de Occidente. Es imposible idear un budismo occidental para hombres y mujeres en teoría, lo mismo que inventarlo intuitivamente.

Las personas que prueban cosas nuevas por definición son herejes, y cometen errores. Con razón, la tradición establecida los observa con desconfianza, porque podemos saber sólo a posteriori si hemos logrado actualizar las enseñanzas de forma apropiada o si simplemente las hemos diluido y adaptado al gusto del momento. Con las tesis y los ejercicios presentados en este libro quiero alentar a mujeres y hombres de Occidente a embarcarse en las enseñanzas y prácticas de Buda y a examinarlas a fondo.

La tarea de las mujeres allí es doble. Por una parte, buscamos una forma actual para una enseñanza antigua. En ello colaboran también muchos hombres en Occidente y algunos en Oriente. Por otra parte tenemos que examinar una religión patriarcal críticamente desde el punto de vista femenino. En las primeras dos partes se presentan enseñanzas y prácticas centrales del budismo y se nombran algunas trampas en las cuales caemos si no tenemos en cuenta nuestros antecedentes culturales y nuestro género. La tercera parte recoge algunas preguntas típicas que mujeres de hoy plantean acerca de las enseñanzas y, con su ayuda las «lee a contrapelo». Un viaje de fantasía a un mundo budista dominado por mujeres llama la atención sobre la extensión de la dominancia masculina en el budismo y sobre sus consecuencias para los practicantes y enseñantes. La cuarta parte presenta los primeros resultados prácticos: tesis y ejercicios que pueden apoyar a las mujeres en su camino hacia la libertad interior y exterior. Todavía nos queda mucho trabajo por hacer hasta que hayamos revisado las enseñanzas budistas de forma «feminista» y «occidental».

Para leer este libro puede empezar con los capítulos que le interesan especialmente o puede seguir las partes capítulo por capítulo. Cada uno de ellos está conectado con los demás en muchos niveles. Algunas afirmaciones se solapan y hay muchas repeticiones. Éstas no se pueden evitar, pertenecen al estilo de las tradiciones vivas y, además, tienen sentido. Se llega a las afirmaciones fundamentales de la enseñanza rodeándolas una y otra vez. Cada vez se parte de un modo distinto de plantear la cuestión. Buda no enseñaba un sistema acabado, sino que respondía a las preguntas de las personas de su época y, para ello, elegía el estilo y las imágenes que correspondían a sus interlocutores. Durante varios siglos, estas instrucciones espontáneas se transmitían exclusivamente por vía oral y fueron puestas por escrito poco antes del inicio de la era cristiana. Son los discursos de Buda. Todas las demás interpretaciones y comentarios se refieren a ellos. Tan sólo tras dedicarse intensamente de forma intelectual y meditativa a las enseñanzas es posible captar su estructura desde dentro. Sin la experiencia propia de los contenidos de la enseñanza, la descripción de las afirmaciones centrales se queda en lo exterior —un esqueleto sin carne ni sangre.

Agradecimientos

Muchas personas, circunstancias y enseñanzas han colaborado en este libro. Aquí quiero nombrar algunas personas que han marcado mi pensamiento y mi sensación vital de forma decisiva. Lama Thubten Yeshe ha abierto mi corazón para el budismo. Con su forma llana de enseñar, su apertura, humor, compasión y su gran habilidad transmitió la esencia de las enseñanzas. Su interés despierto por las preguntas y su confianza en la seriedad de sus estudiantes mujeres y hombres de Occidente me han alentado mucho a probar las enseñanzas y experimentar con ellas. Una de sus visiones era llegar a presentar las enseñanzas budistas sin ningún término técnico. No hemos llegado a ello todavía, pero estamos en el camino. Lama Yeshe era uno de los pocos lamas que en su vida anterior fueron mujeres. Fue la abadesa de un monasterio cerca de Lhasa. Tal vez por esto le resultó fácil tomar en serio a las mujeres y sus preguntas y animarlas a enfrentarse críticamente con las tradiciones. Otros dos enseñantes de la tradición guelug del budismo tibetano, Lama Zopa Rinpoche y Geshe Tegchok, me dieron a conocer y apreciar las enseñanzas y prácticas tradicionales.

Tras la muerte de Lama Yeshe en 1984 emprendí la búsqueda de una enseñante budista mujer. Durante algunos años me acompañó la Maestra Rinzai Zen Gesshin Prabhasadharma Roshi. Me apoyó sin sugerirme que abandonase mi camino tibetano. La enseñante theravada Ayya Khema me introdujo en los discursos del buda y en los niveles de recogimiento (Pali jhana) y, una y otra vez, me inspiró para transformar enseñanzas complejas en ejercicios prácticos. En los últimos años estudié con Shenpen Susan y Michael Hookham las enseñanzas y prácticas del mahayana general y de las tradiciones tibetanas kagyu y nyingma.

En la integración de las enseñanzas budistas en la vida cotidiana de Occidente me apoyaron las ideas y experiencias de personas occidentales. La filosofía cultural de Jean Gebser abrió mis ojos a la estrecha relación entre las formas religiosas y el desarrollo espiritual, entre las imágenes culturales y la esencia del camino espiritual. Este visionario voluntarioso de Bohemia ha inspirado profundamente a algunos pensadores actuales, entre ellos al músico Michael Vetter y al filósofo cultural Ken Wilber. C. G. Jung y su alumno Erich Neumann agudizaron mi visión de los lados oscuros del camino espiritual y me alentaron a proseguir a mis preguntas heréticas para planteárselas a los representantes del budismo establecido. La filósofa y psicoanalista francesa Luce Irigaray y la filósofa italiana Luisa Muraro me regalaron el modelo intelectual de la diferencia sexual. Resultó y resulta ser clave para descubrir el «modelo hombre» tras todas las enseñanzas dichas generalmente humanas, para cuestionar el «modelo mujer» pertinente y para descubrir un camino de salida de la monoperspectiva patriarcal.

Éstos son los nombres a los que me gusta referirme. La misma importancia tienen las compañeras y compañeros practicantes y enseñantes menos conocidos de Oriente y Occidente. Con ellos he estudiado las enseñanzas budistas, profundizándolas en la meditación. Con amigas y amigos, así como colegas mujeres y hombres de Occidente me he dedicado a las obras de pensadores europeos femeninas y masculinos. En los últimos diez, doce años he transmitido mi experiencia en conferencias y cursos, y muchas mujeres (y hombres) occidentales se encuentran cómodas con mi estilo de enseñanza y práctica. Su feedback positivo siempre me ha reafirmado en mi camino de seguir planteando mis preguntas, aunque no haya ninguna respuesta rápida al alcance de la vista. Gracias a todos aquellos que tenían y tienen el valor de buscar y probar nuevos caminos junto a mí.

Una gran inspiración fue y sigue siendo el apoyo colegial de muchos enseñantes occidentales del dharma, mujeres y hombres. En conferencias internacionales, europeas y nacionales les he presentado mi «budismo feminista» y me han animado mucho a buscar y andar mi propio camino.

Quiero dar las gracias a la Dra. Viola Altrichter, Dra. Adelheid Hermann-Pfandt, Dra. Barbara Knab, Dra. Sylvia Kolk y Marie Mannschatz. Cada una de ellas anda por su propio camino y nuestro intercambio enriquece mi vida. Han leído el manuscrito y con sus sugerencias han conseguido más claridad y menos jerga budista. Gracias también a mi lectora Tanja Reindel del Fischer Verlag que ha asesorado el proyecto con competencia desde su inicio.

Jütchendorf, junio de 1998
Sylvia Wetzel

Para acabar, un deseo: ¡Qué ninguno de los errores en la presentación de las enseñanzas deje huella alguna en la mente de la/os apreciada/os lectores!

Indicaciones generales
Acerca del tratamiento: En las instrucciones generales para la meditación se utiliza el tratamiento formal de «usted», en los ejercicios propiamente dichos el tratamiento más personal de «tú» o «nosotras/os».

Acerca de los términos extranjeros: Puesto que el libro se dirige al público general, hemos renunciado a los símbolos especiales en caso de los términos del sanscrito y pali. Se da una explicación de los términos cuando aparecen por primera vez, o bien en el texto o bien en una nota. El idioma original se indica con las abreviaciones generalmente en uso: scto. en el caso del sánscrito y tib. para el tibetano.

Acerca de la pronunciación: Por lo general, la pronunciación de los términos técnicos y nombres propios del sánscrito y pali sigue las reglas españolas. En el caso de tres sonidos seguimos la forma inglesa, por ser más conocida: j como en jhana (djana), sh como en shamata y shila (shamata y shila), y ci como en bodhicitta (bodichita).

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